París, el africano, Marc Anthony y yo
A veces pienso que debí quedarme con el africano que "conocí" en París...
No sé cómo serían nuestras vidas. Incluso no sé si estaríamos juntos, pero debí haberme quedado con él.
Nunca supe en qué parte de la ciudad vivía ni si hablabla un francés decente; tampoco me enteré si vivía solo o acompañado, pero debí haberme quedado con él.
En septiembre de este año tuve la oportunidad, suerte, bendición, placer, gusto, etc. de viajar a París, una ciudad que siempre quise conocer. Una ciudad que para mí era un verdadero misterio, una ciudad que pintan mágica en las películas de Hollywood, una ciudad que siempre es como un ideal. Es, además, una ciudad en la que ocurren las mayores tragedias e historias de amor (como Los Miserables, El Jorobado de Notre Dame, El Fantasma de la Ópera, La Bella y la Bestia, y de esas cosas que a mí me encantan). Es una ciudad que te enamora... y por eso debí quedarme con el africano.
Otra cosa maravillosa de París (que supongo que habrá en otras ciudades de Europa) es que los ciudadanos de la Unión Europea entre 18 y 25 años no pagan entrada a la mayoría de los lugares turísticos, y si pagan, es tarifa reducida. Yo he tenido el pasaporte español desde que tengo conciencia y nunca me había servido para nada, hasta que me ahorró un montón de dinero en París. Y esa es otra razón por la que debí quedarme con el africano.
París es una ciudad excesivamente fotografiable... demasiado. Su belleza, su encanto, su atractivo, sus ángulos; donde sea que mires hay una buena imagen para una foto. También es un lugar muy "variopinto", lleno de gente que viene de cualquier parte de este mundo, así como el africano.
A veces pienso que el africano y yo podríamos haber caminado por el río Sena, podríamos haber corrido bajo la lluvia cerca de Notre Dame, como hice yo. Juntos hubiéramos visitado la Ópera de Garnier (que es el lugar en el que está ambientado El Fantasma de la Ópera) y nos hubiéramos tomado un montón de fotos en el palco número 5. Juntos hubiéramos entrado a esa tienda llamada Maracaibo que vi un día mientras iba en el metro. Tal vez nos hubiera dado tiempo de visitar el Palacio de Versalles; tal vez yo hubiera aceptado tomar más café. O tal vez no.
Visitar la Ópera de Garnier (completamente gratis por lo que expliqué antes), subir por sus fabulosas escaleras, tomarle fotos a la famosa araña, o como se llame, que se supone que el Fantasma hace caer en medio de una función; ver los trajes de las bailarinas... Simplemente estar allí fue para mí uno de los mejores momentos de mi vida. Y solo por vivir en un lugar en el que pueda ir a la Ópera de Garnier cuando me dé la gana, solo por eso, debí haberme quedado con el africano.
Sentir el viento helado en la cara y ver la ciudad desde el último piso de la Torre Eiffel, después de varias horas de cola para subir, es el significado de un instante de felicidad pura. Ir al Louvre (gratis, además) y aburrirme como una ostra, confirmar que no me gustan los museos, ver la famosa Mona Lisa después de empujar a otros extranjeros y tomar otro montón de fotos, es también una historia para contar cuando no se tenga tema de conversación.
Y eso es lo que hace a París una ciudad grandiosa: siempre tiene tema de conversación. Hay lugares que no tienen espíritu, hay lugares que pueden tener los mejores monumentos y son sosos. París tiene monumentos maravillosos, áreas verdes hermosas y un espíritu que te transforma. Es una ciudad que "conversa" contigo, que te integra en esa conversación, que te habla, que te hace reír. Y cuando te vas la extrañas y deseas volver, pero lo curioso es que los recuerdos generan solo felicidad, no tristeza. Por vivir en un sitio conversador fue que debí quearme con el africano.
Nunca supe cómo se llamaba el africano; es más, no me acuerdo de su cara. Pero debí quedarme con él. En vez de darle la espalda y meterme en esa tienda de baratijas en la que sonaba Marc Anthony (¿saben lo terrible que es escapar de América Latina, cruzar el océano y estar en París y que entres a una tienda y suene ese señor? ¿Ese señor al que le huyes en la radio cuando vas vía al trabajo?), debí haberme regresado, preguntarle el nombre al africano y si vivía solo.
Así de fácil.
Habría sido una locura, pero es que debí haber hecho locuras para quedarme en París. No sé dónde viviría, pero tal vez el africano me hubiera ayudado a encontrar un lugar... o no. ¿Tendría trabajo o sería como esas mujeres árabes que se sientan en el suelo y se quedan tiesas esperando que les den dinero? ¿Será que estaría vendiendo versiones en miniatura de la Torre Eiffel? ¿Trabajaría de cajera en un mercado chino? ¿Sería niñera? ¿Limpia pisos? ¿Habría tenido la suerte de trabajar en algo que tenga que ver con mi carrera?
Y por eso debí quedarme con el africano, solo por intentar.
Y tal vez el africano siempre supo que no tendría ninguna posibilidad, pero él lo intentó. Yo venía bajando de la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre y él se acercó y me habló en un idioma muy raro. Como se dio cuenta de que no le entendí decidió cambiar al inglés y me llamó "beautiful" un montón de veces. De verdad que él intentó, intentó venderme no sé qué objeto y yo lo ignoré y me fui, sin saberlo, con Marc Anthony.
Elegí a Marc Anthony y no al africano. El africano vivía en París y Marc Anthony solo me recuerda a mi vida actual, a cómo voy al trabajo oyendo la radio, a cómo me convertí en esas personas que viven por el fin de semana y las vacaciones. A pesar de eso yo amo, adoro mi trabajo, pero vivir en París por más de dos semanas hubiera sido genial. Hubiera sido perfecto convertirme en esas personas sin oficio que actualizan su Facebook diciendo que todo lo que hacen; yo hubiera cambiado felizmente el "Lives in Caracas, Venezuela" a "Lives in Paris, France".
Pero las cosas son lo que son. El africano vive en París y vende objetos en la calle, yo vivo en Caracas y trabajo en Social Media, y estoy segura de que para los dos es bastante difícil el tema del dinero. Sin embargo, debí quedarme con él o al menos intentarlo. Un simple "Hola, ¿puedo vivir contigo?" nunca está de más, ¿no creen?
Y me pregunto... ¿el africano se hubiera quedado conmigo?
Si algún día tengo la oportunidad de realizar una elección realmente seria entre Marc Anthony y el africano, por supuesto que me quedo con el africano. Me quedo con él para seguir esa conversación maravillosa con París, una ciudad con espíritu.
Marc Anthony nunca me ha gustado.
No sé cómo serían nuestras vidas. Incluso no sé si estaríamos juntos, pero debí haberme quedado con él.
Nunca supe en qué parte de la ciudad vivía ni si hablabla un francés decente; tampoco me enteré si vivía solo o acompañado, pero debí haberme quedado con él.
En septiembre de este año tuve la oportunidad, suerte, bendición, placer, gusto, etc. de viajar a París, una ciudad que siempre quise conocer. Una ciudad que para mí era un verdadero misterio, una ciudad que pintan mágica en las películas de Hollywood, una ciudad que siempre es como un ideal. Es, además, una ciudad en la que ocurren las mayores tragedias e historias de amor (como Los Miserables, El Jorobado de Notre Dame, El Fantasma de la Ópera, La Bella y la Bestia, y de esas cosas que a mí me encantan). Es una ciudad que te enamora... y por eso debí quedarme con el africano.
Otra cosa maravillosa de París (que supongo que habrá en otras ciudades de Europa) es que los ciudadanos de la Unión Europea entre 18 y 25 años no pagan entrada a la mayoría de los lugares turísticos, y si pagan, es tarifa reducida. Yo he tenido el pasaporte español desde que tengo conciencia y nunca me había servido para nada, hasta que me ahorró un montón de dinero en París. Y esa es otra razón por la que debí quedarme con el africano.
París es una ciudad excesivamente fotografiable... demasiado. Su belleza, su encanto, su atractivo, sus ángulos; donde sea que mires hay una buena imagen para una foto. También es un lugar muy "variopinto", lleno de gente que viene de cualquier parte de este mundo, así como el africano.
A veces pienso que el africano y yo podríamos haber caminado por el río Sena, podríamos haber corrido bajo la lluvia cerca de Notre Dame, como hice yo. Juntos hubiéramos visitado la Ópera de Garnier (que es el lugar en el que está ambientado El Fantasma de la Ópera) y nos hubiéramos tomado un montón de fotos en el palco número 5. Juntos hubiéramos entrado a esa tienda llamada Maracaibo que vi un día mientras iba en el metro. Tal vez nos hubiera dado tiempo de visitar el Palacio de Versalles; tal vez yo hubiera aceptado tomar más café. O tal vez no.
Visitar la Ópera de Garnier (completamente gratis por lo que expliqué antes), subir por sus fabulosas escaleras, tomarle fotos a la famosa araña, o como se llame, que se supone que el Fantasma hace caer en medio de una función; ver los trajes de las bailarinas... Simplemente estar allí fue para mí uno de los mejores momentos de mi vida. Y solo por vivir en un lugar en el que pueda ir a la Ópera de Garnier cuando me dé la gana, solo por eso, debí haberme quedado con el africano.
Sentir el viento helado en la cara y ver la ciudad desde el último piso de la Torre Eiffel, después de varias horas de cola para subir, es el significado de un instante de felicidad pura. Ir al Louvre (gratis, además) y aburrirme como una ostra, confirmar que no me gustan los museos, ver la famosa Mona Lisa después de empujar a otros extranjeros y tomar otro montón de fotos, es también una historia para contar cuando no se tenga tema de conversación.
Y eso es lo que hace a París una ciudad grandiosa: siempre tiene tema de conversación. Hay lugares que no tienen espíritu, hay lugares que pueden tener los mejores monumentos y son sosos. París tiene monumentos maravillosos, áreas verdes hermosas y un espíritu que te transforma. Es una ciudad que "conversa" contigo, que te integra en esa conversación, que te habla, que te hace reír. Y cuando te vas la extrañas y deseas volver, pero lo curioso es que los recuerdos generan solo felicidad, no tristeza. Por vivir en un sitio conversador fue que debí quearme con el africano.
Nunca supe cómo se llamaba el africano; es más, no me acuerdo de su cara. Pero debí quedarme con él. En vez de darle la espalda y meterme en esa tienda de baratijas en la que sonaba Marc Anthony (¿saben lo terrible que es escapar de América Latina, cruzar el océano y estar en París y que entres a una tienda y suene ese señor? ¿Ese señor al que le huyes en la radio cuando vas vía al trabajo?), debí haberme regresado, preguntarle el nombre al africano y si vivía solo.
Así de fácil.
Habría sido una locura, pero es que debí haber hecho locuras para quedarme en París. No sé dónde viviría, pero tal vez el africano me hubiera ayudado a encontrar un lugar... o no. ¿Tendría trabajo o sería como esas mujeres árabes que se sientan en el suelo y se quedan tiesas esperando que les den dinero? ¿Será que estaría vendiendo versiones en miniatura de la Torre Eiffel? ¿Trabajaría de cajera en un mercado chino? ¿Sería niñera? ¿Limpia pisos? ¿Habría tenido la suerte de trabajar en algo que tenga que ver con mi carrera?
Y por eso debí quedarme con el africano, solo por intentar.
Y tal vez el africano siempre supo que no tendría ninguna posibilidad, pero él lo intentó. Yo venía bajando de la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre y él se acercó y me habló en un idioma muy raro. Como se dio cuenta de que no le entendí decidió cambiar al inglés y me llamó "beautiful" un montón de veces. De verdad que él intentó, intentó venderme no sé qué objeto y yo lo ignoré y me fui, sin saberlo, con Marc Anthony.
Elegí a Marc Anthony y no al africano. El africano vivía en París y Marc Anthony solo me recuerda a mi vida actual, a cómo voy al trabajo oyendo la radio, a cómo me convertí en esas personas que viven por el fin de semana y las vacaciones. A pesar de eso yo amo, adoro mi trabajo, pero vivir en París por más de dos semanas hubiera sido genial. Hubiera sido perfecto convertirme en esas personas sin oficio que actualizan su Facebook diciendo que todo lo que hacen; yo hubiera cambiado felizmente el "Lives in Caracas, Venezuela" a "Lives in Paris, France".
Pero las cosas son lo que son. El africano vive en París y vende objetos en la calle, yo vivo en Caracas y trabajo en Social Media, y estoy segura de que para los dos es bastante difícil el tema del dinero. Sin embargo, debí quedarme con él o al menos intentarlo. Un simple "Hola, ¿puedo vivir contigo?" nunca está de más, ¿no creen?
Y me pregunto... ¿el africano se hubiera quedado conmigo?
Si algún día tengo la oportunidad de realizar una elección realmente seria entre Marc Anthony y el africano, por supuesto que me quedo con el africano. Me quedo con él para seguir esa conversación maravillosa con París, una ciudad con espíritu.
Marc Anthony nunca me ha gustado.
SE ACABÓ
Comentarios
¡Qué pases un muy feliz año nuevo!
Si sirve de algo un consejo como este, yo diría que te olvidaras del africano ;), pues todo lo que te gustó de Paris lo puedes disfrutar, igual o mejor, si te atreves a enfrentarlo sola. Si te gustó tanto, y si ahora es un sueño que quieres realizar, todavía se puede!
O si quieres espérame un par de años, ahorro un poco de dinero y yo te acompaño, así podemos compartir la renta...
Pero en serio, ¿qué tiene el africano que no puedas conseguir por tus propios medios?
:)
Con esta recopilación de tu experiencia parisina -y en mi caso, además, el relato apergaminado que tanto aprecio-, uno no puede más que darse cuenta de cuánto has disfrutado esos momentos... ¡y cuánta la ilusión del antes, del durante y el después!
Y de paso, me sumo a la idea de nuestra buena Celeste (que me tiene abandonada en el mundo de los juegos!! Jajaja) y en cuanto marchéis a París ahí voy desde mi aeropuerto en este lado del Atlántico! :D
Como me has dicho alguna que otra vez, ¡besos y chocolates para la genial Amanda! ^^